Cada 21 de marzo se celebra el Día Mundial de la Erradicación de la Discriminación Racial. En el Perú, la discriminación sigue siendo un problema importante. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Percepciones y Actitudes realizada el 2018 por el Ministerio de Cultura e IPSOS, 53% consideran que los peruanos son muy racistas, aunque solo el 8% se considera a sí mismo racista.
Si bien todas las personas pueden ser discriminadas por distintos motivos, existen grupos especialmente marginados en la historia. Podemos pensar, por ejemplo, en los grupos étnicos-culturales, en la población LGTBIQ+ o, hasta hace no muchas décadas, en las mujeres.
Combatir la discriminación implica también evitar la exclusión social para que las personas puedan desenvolverse en libertad. No es coincidencia que el porcentaje de población afroperuana que accede a educación superior sea mínimo, que la tasa de mortalidad sea más alta en la población trans o que quienes son discriminados sean también quienes tienen menor acceso a servicios básicos de salud, educación o saneamiento.
La solución a la discriminación no es automática y es probable que tome mucho tiempo ver sus frutos. El Estado tiene un rol importante que se refleja en la valoración de la diversidad cultural, pero también y paralelamente, en la reducción de las brechas que actualmente afectan a la población. Esta visión también debe ser recogida por las ONGs en sus distintas intervenciones. Al final, no se trata de buscar una sociedad de iguales, pero sí de abrazar las diferencias que nos hacen únicos.