La semana pasada el último informe del INEI presentó las nuevas cifras de pobreza monetaria. Las proyecciones que venían realizando algunos expertos, se confirmaron. Para el 2020, se registró un incremento en 9,9 puntos porcentuales, con lo cual más de tres millones de peruanos retornaron a una condición de pobreza.
Como resultado, actualmente el 30,1% de la población se encuentra en situación de pobreza, siendo la costa y zona urbana las más afectadas. Esto implica una foto similar al 2010, en donde la cifra alcanzó el 30,8%.
El descenso se debe, primordialmente, a la emergencia sanitaria. Como sabemos, el gobierno tomó medidas para frenar la tasa de contagio por la COVID-19 como la cuarentena obligatoria y el toque de queda. Esto generó la paralización de varias actividades lo que, sumado a la informalidad, aumentaron rápidamente el desempleo.
Estas cifras deben llevarnos a una reflexión. Las economías deben estar preparadas para enfrentar choques externos. El aumento dramático de las cifras de pobreza de un año a otro, sugieren que el crecimiento económico debe ser reforzado con políticas de bienestar. Precisamente, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidades establecen cinco áreas interdependientes de desarrollo, siendo estas las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y las alianzas.
Un área clave es la primera infancia. Se requieren de medidas que aseguren la educación universal gratuita o que hagan frente a la desnutrición crónica infantil, para que los niños puedan desarrollarse en condiciones óptimas y sanas en esta crítica.
Esto debe ser continuado en la adolescencia, con el fin de evitar la deserción escolar, fomentar una educación libre de discriminación y promover el acceso a la educación superior. Finalmente, en la adultez, debe garantizarse el acceso a derechos laborales que permitan contar con un seguro de salud, respetar el horario laboral y aportar a un sistema previsional que aseguren un retiro tranquilo.
Construir una agenda de desarrollo no solo depende del Estado. La empresa privada, los think thanks académicos y las asociaciones sin fines de lucro deben orientar su propósito para que estas no resulten en acciones asistenciales, sino que promuevan condiciones desarrollo de largo plazo.